la falta de respeto
poR el trabajo y el sacrificio PROPIO Y ajeno.
Esta historia nace en una charla entre amigos, en la cual, en época electoral estábamos preocupados por quién era el candidato más apropiado para gobernar el país. Aprovecho también la oportunidad para aclarar algunas acusaciones que he recibido de gente que no me conoce nada....
Hablamos de un candidato X (para no herir susceptibilidades),
del cual, justo el grupo que estábamos ahí, sabíamos de primera mano y éramos
totalmente conscientes de sus vicios, su mal desempeño como servidor público y
su mal uso y abuso de los bienes del Estado.
A lo que esta amiga responde, “sí, pero igual le voy a votar”,
y al cuestionarle yo, espantada, el porqué de esa decisión sabiendo cuál es su
desempeño me contesta ofuscada “¡¿cómo yo voy a patear mi olla?!, “mejor mal
conocido que bueno por conocer, si el plato de comida en mi casa llega gracias
a X partido, el trabajo de mi marido depende de eso, y si otra persona de
distinto partido asume el mando nos vamos a quedar sin comer”.
Yo ya no dije nada, sonreí con decepción y me callé en el
nombre de una vieja amistad, sólo le dije con total calma mi postura y sentí
pena por su marido. PENA… Y MUCHA.
Qué es lo que nos pasa a los paraguayos que pensamos que
debemos agradecer nuestro trabajo eternamente agachándonos ante nuestros
superiores y ¿qué pasa por la cabeza de los grandes empresarios que piensan que
al darnos trabajo y pagarnos una miserable suma de dinero por nuestro
sacrificio diario nos están haciendo un favor?
Desde muy chiquita tomé la decisión de no casarme con ningún
color, ni ideología, ni partido político. En mi infancia no podía entender
cuando me explicaban que las personas votaban su partido siempre, aunque el
candidato les parezca un asco. Veía como un día despotricaban contra una
persona acusándola de graves delitos y actos de corrupción y al día siguiente,
porque fue elegido representante de su color, se ponen la camiseta con la cara
del mismísimo tipo y le hacen campaña política pisando sus palabras, su ética y
sus valores (si es que los tienen). Defendiendo “su olla” a costas del
sufrimiento, la miseria y el desangro de todo un país. Años después sigue sin parecerme
correcto.
Por eso no estoy afiliada a ningún partido político, ni
pienso hacerlo, porque creo que mi deber es elegir al mejor y al más competente
para llevar el país adelante, o aunque sea al menos peor, sea del color que sea.
Elegir desde mi libertad de pensamiento, sin atadura alguna. Elegir a
consciencia y no “a bolsillo” o “a estómago” tal vez se le pueda decir “a olla”.
Eso me permite analizar todo de manera más imparcial, saliéndome de fanatismos
injustificados.
Y me han ofrecido pintarme de X color, diciéndome “¿por qué
no te afilias, no ves Fulanita De Tal ya trabaja y está nombrada porque
Menganito le consiguió? Y Sultanita también y gana bieeeen, trabaja tantas
horas nomás”. Otros hasta me dijeron “pero si antes yo me iba a marcar tarjeta
nomás y ya volvía a mi casa y me iba a marcar mi salida tranquilamente. Ahora
sique tengo que estar ahí todo el tiempo por culpa de que le votaron a este
nuevo presidente”, protestando sin sonrojarse siquiera .
“Cómo tu mamá y tu papá
trabajaron bien toda su vida gracias a su partido”.
INDIGNACIÓN.
RABIA.
Discúlpenme, pero hasta donde yo sé, mis padres, jubilados
laburaron toda su vida, se rompieron el traste por nuestro bienestar, y
tristemente, tuve que aprovecharme de sus pobres ganancias cuando me quedé sin
trabajo, y se los agradezco infinitamente, todos los días de mi vida por
educarme, formarme y ser mi fuente de fuerza cuando caí. Y yo valoro demasiado
su sacrificio de años como para tan impertinentemente decir que la comida que
me trago se la agradezco a un color, menospreciando el sudor de sus frentes y
el desgaste que arrastraron a lo largo de los años.
Una ofensa a sus años de laburo incansable sería decir que
un color les mantuvo toda la vida, habiendo sido testigo de la preparación con
la que contaban para ocupar sus puestos de trabajo y de su sacrificio diario.
Y les voy a pagar
toda la vida el permitirme ser desobediente a lo acostumbrado, y abusar de su
tolerancia, esponsoreándome los estudios y mi costo de vida, dejándome buscar
un laburo al que logre acceder por méritos propios y no por tener un amigo en
los altos mandos de las oficinas públicas, objetivo muy difícil de conseguir en
un país que todavía conserva malas costumbres del pasado, pero no imposible.
Y orgullosa, cuento que ninguno de mis trabajos hasta ahora
se los debo a cuestiones políticas y de amiguismo. LÁSTIMA, POR LAS PERSONAS
QUE PIENSAN QUE A MÍ “ME CONVIENE” TOMAR UNA POSTURA U OTRA, porque yo no me
beneficio de ningún partido ni corriente política más que de mi esfuerzo.
Consideraría
la más grande humillación el atarme al nombre de alguien y tener que acompañar
todas sus campañas políticas y ponerme una camiseta con su rostro tocando pitos
y agitando afiches y panderetas para toda la eternidad. “agradeciéndole” mi
trabajo.
Yo, soy muy celosa de mi trabajo y de mi esfuerzo y lo defenderé siempre
a capa y espada. Son una de las pocas cosas en la vida que son mías, pura y
exclusivamente mías, y no voy a permitir nunca que nadie intente apropiarse de
ello.
La amiga de la que les hablé no dejó de tener un plato de
comida en su mesa, de hecho, a su familia le fue mejor que nunca, cosa que,
probablemente, no cambie su postura aun ante las evidencias y los suspiros de
satisfacción de su estómago.
Sentí lástima por su marido, porque en ese preciso
momento, estaba trabajando, lejos de su casa, esforzándose por su familia,
mientras que su señora con su propia boca negaba tal acto, y le atribuía el
tamaño de su olla a personas que nada tienen que ver con ella y que
probablemente no les interesa ni si siguen comiendo, como si fuera que le
regalan dinero cada fin de mes a su marido por rascarse el derecho y después el
izquierdo.
Pero a pesar de que yo le diga todo esto a cualquier persona,
seguirá con obediencia un color, una cabeza, un número, sea bueno o malo,
preparado o incompetente, trabajando para ellos en “agradecimiento” sin
protestar. Y al cuestionarle ¿por qué estás haciendo eso si sabés que no es lo
correcto?, responderán cabizbajos “no puedo patear mi olla”.
Paraguayos, siempre, paraguayos, raza aparte, en la eterna
búsqueda del hueso perdido…